miércoles, 13 de agosto de 2008

Dr. Peter Breggin ante el Congreso de E.U.







Traduzco y reproduzco parte de las declaraciones de este psiquiatra, egresado de Harvard y critico prominente del fraude psiquiatrico. Sus libros arrojan mucha luz sobre los terribles danos de las drogas psiquiatricas y sobre la ruina que represnta para los ninos convertir su infancia y las molestias que esta pudiera generar en los adultos, en una patologia.
DECLARACIÓN DEL DR. PETER BREGGIN ANTE EL CONGRESO DEL LOS E.U.
VI. LO QUE EN REALIDAD ESTÁ PASANDO
A los niños se les diagnostica con ADHD cuando entran en conflicto con las expectativas y demandas de padres y maestros. El diagnóstico del ADHD es simplemente una lista de los comportamientos que comúnmente causan conflictos y perturbación en el salón de clases, sobretodo en aquellos donde se exige un alto grado de obediencia y conformidad.
Al diagnosticar a un niño con ADHD, la culpa del conflicto recae sobre el niño. En lugar de examinar el contexto de la vida de ese niño, por qué es desobediente en el salón de clases y la casa, el problema se le atribuye a una falla en el cerebro del niño. Tanto el salón de clases como la familia quedan libres de crítica o de la necesidad de mejorar y en cambio, al niño se le convierte en la fuente del problema.
La medicación del niño entonces se convierte en una respuesta coercitiva ante un conflicto donde el miembro más débil del conflicto, el niño, es drogado para que responda a un estado más complaciente y sumiso. La inducción, por medio de la droga, de un desorden obsesivo-compulsivo en un niño, cuadra con el requerimiento de obediencia en relación a unas tareas escolares que de otro modo son agobiantes y aburridas.
VII. CONLUSIONS Y OBSERVACIONES

Muchos observadores han concluido que nuestras escuelas y nuestras familias están fracasando en hallar las necesidades de nuestros niños en variedad de áreas. Enfocándonos en la escuela, muchos maestros se sienten abrumados por las condiciones del salón de clases y preparados pobremente para manejar los problemas emocionales de los niños. Los salones mismos con frecuencia son muy grandes, con pocos asistentes y voluntarios para prestar ayuda, y los materiales educativos con frecuencia están obsoletos o aburridos en comparación con las tecnologías modernas que apelan a los niños.

Al diagnosticar y drogar a nuestros niños, transferimos la culpa de los problemas de nuestras instituciones sociales y de los nuestros como adultos, al relativamente indefenso niño que está a nuestro cuido. Les hacemos daño a nuestros niños al fallar en identificar y satisfacer las verdaderas necesidades educativas de maestros mejor preparados, salones más amistosos tanto para el maestro como para el niño, currículos más inspirados y salones tecnológicamente superiores.

Mientras diagnosticamos y drogamos a nuestros niños, evitamos encarar asuntos críticos en torno a reformas educativas. De hecho, drogamos a niños que están dando signos de la necesidad de reformas y sometemos a todos los niños a la obediencia ante nuestro sistema burocrático.

Finalmente, cuando diagnosticamos y drogamos a nuestros niños, nos despojamos de poder como adultos. Mientras podemos sentir alivio momentáneo del sentido de culpa, imaginando que el problema radicaba en el cerebro defectuoso de nuestros niños, al fin y al cabo amenazamos nuestra habilidad de efectuar las intervenciones de adulto que nuestros niños necesitan. Nos convertimos literalmente en espectadores de la vida de nuestros niños.

Es tiempo de reclamar a nuestros niños ante esta visión médica falsa y supresiva. Aplaudo a esos padres que tienen la valentía de rechazar darles estimulantes a nuestros niños y en su lugar buscan identificar satisfacer las necesidades genuinas educativas, domésticas y comunitarias.

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