domingo, 21 de septiembre de 2008

Violencia y Educación


Imaginemos una sociedad sin leyes. Con todo y los desaciertos, excesos y abusos de poder y demás aberraciones jurídicas, sin leyes nuestro entorno sería una jungla despiadada y un caos insalvable. Ahora, no hay que imaginar cómo sería si viviéramos bajo un estado donde se ha abolido la moral, donde la línea entre el bien y el mal se ha borrado. Bienvenidos al Puerto Rico actual.

Quiero señalar lo siguiente: los fundamentos de la educación hace mucho fueron trastocados y se suplantó el progreso académico por un modelo educativo basado en la observación conductual del estudiante para identificar problemas de salud mental. Es un problema crítico y alarmante, porque pone en peligro la razón de ser de la educación y el porvenir de nuestros hijos y la del país. Ha producido una epidemia artificial de niños normales, que han padecido la cruel violencia institucional de ser insultados con una etiqueta psiquiátrica fraudulenta, que los clasifica abusivamente como pacientes de salud mental. Los únicos casos de niños que requieren ayuda especial, son aquellos que han sufrido lesiones cerebrales demostrables mediante exámenes de laboratorios serios y objetivos,niños con condiciones como el Síndrome Down. Otros niños pueden padecer de alergias, diabetes, mala nutrición, problemas de la vista, diferencias irreconciliables de carácter entre ellos y algún maestro o maestra. Divorcios, abuso sexual y tantas otras atrocidades. Luego, para colmo, la sociedad y el estado, le obliga a envenarse con unas pastillas que hace trillonaria a una industria funesta a costa de la ruina de tantos inocentes.


Claro, ahora el niño quizás no molesta porque está dopado o se torne sicótico como consecuencia de la droga. En el mejor de los casos, complace al maestro porque no molesta, está enfocado como un autómata o aprendiendo como un loro. Y aunque le tocara el maestro o la maestra más aburrida del planeta, el niño va a prestar atención porque ha sido químicamente forzado, no porque hubiera nada mal en él en términos patológicos.

Además, sabemos que un maestro puede pasar de grado a estudiantes que no dominan el material que se cubrió en su grado, bajo el eufemismo de “acomodo razonable”. En Puerto Rico muchos estudiantes de quinto grado, no saben leer. Se les clasifica como estudiantes de educación especial, de esta forma la escuela recibe fondos económicos y se lava las manos de responsabilidad, culpando al cerebro del niño. ¿Será una perversión de la Educación y la Salud? Ciertamente.

En el peor de los casos hay niños tan drogados que parecen estar profundamente dormidos, cuando en verdad están sufriendo una especie de coma, inducido por drogas hechas para destruir los órganos de niños sin madurez física, como para tolerar los daños que hasta a un cuerpo y mente de adulto puede devastar.


Los niños necesitan que educación retome su responsabilidad de educar. Que los maestros cumplan con unos estándares estrictos de calidad y se les pague como se merecen, para que no se requieran sindicatos, que al igual que el patrono, politizan la educación.


Y que el maestro que se cuelga, que no produce estudiantes competentes, que les falta el respeto a sus estudiantes, sea removido de su puesto y sustituido por un educador competente, que de maestros competentes no carece nuestra isla. Pero para ello tiene que darse una limpeza moral institucional y una reformulación de los paradigmas de Educación. Para eso la agenda de las instituciones de Alta Educación tienen que enseñar a enseñar a estudiantes de pedagogía, no ha indoctrinarlos con un modelo que responde a una filosofía bioquímica, de estímulo-respuesta de los seres humanos, autoritaria y carente de ciencia. Sino más bien proveer herramientas dignas de una pedagogía funcional, que cumpla con el sencillo pero invaluable deber de educar y liberar y forjar líderes, no de someter a un modelo aberrado de humanidad y servilismo que arruina a líderes potenciales, con drogas más letales que las de la calle. Que a los maestros los gradúen para fungir de maestros, no con la psicobaba de los “trastornos conductuales” y el arsenal de etiquetas fatulas, no como agentes programados para ver enfermedades mentales en niños que corren un grave riesgo de convertirse en blancos de la psiquiatría, por comportarse como niños.


Esta práctica violenta y hasta criminal contra los niños ciertamente engendra violencia. Esta para mi es la impostura del siglo y la violencia muda pero salvaje que genera este desprecio contra los niños, ya la estamos pagando bien caro. Nada más miremos las estadísticas de progreso académico.



En resumen, todos somos responsables y ya es hora de llamar las cosas por su nombre. Puerto Rico nunca ha atravesado una crisis de salud mental. Eso lo riegan por ahí los que capitalizan con tal impostura y muchos se lo han creído. Pero Puerto Rico sí padece de una crónica crisis de SALUD MORAL.

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